20 de abril de 1997


A diferencia del Don Rigoberto de su última novela, Mario Vargas Llosa reprime sus sueños: "Tengo que crear la fantasía, mi inconsciente no colabora demasiado"

Sanjuana Martínez


MADRID.- "Conozca los sueños mas eróticos de Mario Vargas Llosa". Este eslogan de publicidad está por todas partes, el espectacular lanzamiento que la editorial Alfaguara ha hecho de la última novela del escritor peruano, nacionalizado español, Los cuadernos de don Rigoberto, no ha reparado en recursos económicos.

Mario Vargas Llosa acaba de llegar a la ciudad este domingo 13. Se aloja en una suite del Hotel Palace. Muy temprano, todavía algo somnoliento, pide un café cortado y se sienta en uno de los sillones del vestíbulo. Viste con un traje azul, camisa beige y sin corbata.

El sonido del piano está de fondo, pero él mantiene su mismo tono de voz, de movimientos y gestos refinados, ninguna de sus actitudes están fuera de lugar, así hable de Don Rigoberto..., sexo, erotismo, amor, "dictadura perfecta", castellano, intelectuales mexicanos, PRI o Perú... no hay aspavientos, todo es meticuloso y frío.

De una hora de conversación, la selección de temas es inevitable.

Escribe ahora sobre sueños eróticos, y precisamente estaba usted dormido, se acaba de despertar, ¿qué soñaba?

A diferencia de Don Rigoberto, yo reprimo los sueños. Dicen que todo el mundo sueña, que nadie puede dejar de soñar y que realmente las voces de todos los seres humanos están pobladas de fantasmas, pero algunos tenemos la desgracia de no recordar nuestros sueños.

¿Ni siquiera de los sueños eróticos?

No. Mi memoria los borra, los desaparece. Cuando recuerdo algún sueño, no suelen ser sueños ni eróticos, ni fantásticos, sino de un realismo mediocre. Una mera prolongación de lo que ha sido mi día. Cuando tengo pesadillas, son las más banales. Me caigo por precipicios, me atropellan trenes... Yo tengo que inventar, tengo que crear la fantasía, mi inconsciente no colabora demasiado.

Mario Vargas Llosa, novelista de éxito, político frustrado, no resiste la oportunidad de hablar de política, y el caso mexicano le interesa particularmente. Su pugna con Octavio Paz lo ha perseguido los últimos años, desde aquel día "en que ejercí mi libertad" y causó polémica en el Coloquio de Invierno frente a los intelectuales mexicanos.

"Paz me estiró las orejas"

Entonces, acuñó aquella definición del sistema político mexicano, "la dictadura perfecta", ya histórica. Ahora dice que esa declaración "fue un acto de cariño para México".

El país, maravilloso desde tantos puntos de vista, no lo es en el político, sostiene:

"Tuve una cierta diferencia con algunos amigos mexicanos en la época de Salinas de Gortari, porque me reprocharon haber dicho eso, porque ellos estaban convencidos que con ese régimen habíaa cambiado todo. Y no había cambiado nada, la verdad es que ahora descubrimos que ese régimen no era un modelo, porque siguió practicando la misma corrupción.

"A mí nunca me gustó Salinas y yo lo dije públicamente y me jalaron las orejas algunos amigos como Octavio Paz, a quien yo quiero mucho, pero él parecía muy convencido de que había cambios muy profundos con Salinas, y la verdad, que no fue así. El sistema del PRI no permite los cambios, mientras no cambie el sistema mismo."

Octavio Paz dijo que usted tuvo que irse a Londres inmediatamente después del desacuerdo que tuvieron.

Se dijo algo que es falso, dijeron que a mí me botaron, y eso no es verdad. Nunca me botaron de México.

¿Pero se fue usted indignado?

Yo dije lo que quería decir, en un momento dado que hubo un debate, lo dije ejercitando toda mi libertad. Eso no me trajo ningún tipo de represalias por parte del gobierno de México.

Su amistad con Octavio Paz, ¿se ha deteriorado?

En absoluto, seguimos siendo amigos, a pesar de que tuvimos un diferendo. El era más optimista sobre la evolución del PRI que yo, yo nunca creí en esa evolución, pero los amigos pueden discrepar sobre algunas cosas. En muchas otras cosas, yo tengo coincidencias totales con Octavio Paz, pero mientras el PRI esté en el poder del sistema mexicano, no será un sistema democrático.

La broma de García Márquez

La propuesta de Gabriel García Márquez en el Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado la semana anterior en la ciudad mexicana de Zacatecas, en el sentido de modificar ciertas reglas de la actual ortografía, son recibidas por Vargas Llosa "sólo como una broma que no se entendió con humor en España".

Como académico de la Lengua Española, ¿qué opina?

Eso es una broma, es una provocación muy típica de él. García Márquez es un hombre de imágenes y de gestos, no es un hombre de ideas. Un escritor puede ser un genio, García Márquez escribe maravillosamente bien, tiene una fantasía de una gran audacia, riqueza y libertad, ha tomado un gesto y una imagen provocadora y risueña y traviesa, como un planteamiento de tipo intelectual, algo que no es. García Márquez no escribe ensayos, jamás ha escrito un ensayo explicando sus posiciones políticas, porque sus posiciones políticas son también gestos, desplantes, pero no hay detrás de eso un planteamiento de tipo intelectual.

Un novelista imaginativo de pronto lanza esa frase, pero esa frase es para que nos divirtamos. García Márquez está en su derecho de decir disparates, cosas graciosas o travesuras o hacer una payasada. Esta es una payasada en realidad, divertida, hay que tomarla como una payasada. No hay que tomarlo como un planteamiento serio para modificar al español, algo que a García Márquez no se le ha pasado nunca por la cabeza, porque basta leer a García Márquez para descubrir que es uno de los escritores más castizos que tenemos. García Márquez escribe un español correctísimo, uno no necesita ir al diccionario, le entiende uno todo, porque escribe un español que es casi clásico. Es la única persona que no puede atacar una normativa que él respeta y enriquece más que nadie. Hay escritores a los que les gusta hacer payasadas, hay que dejarlos, están en su derecho. Lo que pasa es que en España se ha tomado sin humor lo que sólo se puede entender como una humorada.

Los cuadernos

Algunos críticos literarios españoles ya han calificado Los cuadernos de don Rigoberto como una versión burguesa de "el buen salvaje" y una imagen conservadora de las costumbres.

El escritor peruano, que se dio a conocer con La ciudad y los perros (1963), después ha publicado las novelas La casa verde (1966), Conversación en La Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981), Historia de Mayta (1984), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), El hablador (1987), Elogio de la madrastra (1988), Lituma en los Andes (1993).

¿No tardó mucho para hacer otra novela erótica?

Es una novela cuya idea me daba vueltas hacía algún tiempo responde, pero las novelas tienen su gestación, se van armando poco a poco, primero en el subconsciente, uno tiene unas ideas un tanto vagas.

"El punto de partida de esta novela fue para mí una imagen, la de Fonchito tocando la puerta de su madrastra, un año después de la separación de ella y Don Rigoberto. Y la sorpresa de la madrastra, ver aparecer la carita de este niño, que en realidad fue causante de la separación. Esa era una imagen que me persiguió mucho tiempo y es en realidad lo que sirvió de punto de partida para la novela.

La fantasía y la imaginación, ¿son más importantes que la vida real? Don Rigoberto tiene una vida mental muy rica...

Don Rigoberto convierte en un sistema algo que todos los seres humanos hacemos en algún momento de nuestras vidas, que es recurrir a la fantasía para llenar los vacíos de que está hecha toda vida humana. Nosotros tenemos esa situación por una parte maravillosa y por otra parte terrible, que es la de tener una fantasía y unos deseos que son mucho más ricos de lo que puede ser nuestra vida real. Eso crea unos abismos entre lo que quisiéramos ser y lo que somos, entre lo que tenemos y lo que quisiéramos tener, que sólo podemos ganar mediante ficciones, mediante invenciones, mediante creaciones imaginarias.

En el caso de Don Rigoberto, su verdadera vida, su vida más intensa, más rica, más profunda, es esa vida que le da la fantasía, mucho más que su rutina de empleado de una compañía de seguros.

Para tener una vida mental rica, ¿se necesita ser perverso?

No, se necesita una cultura. No creo que sea posible una vida imaginativa, una vida de la mente muy intensa, sin una base cultural. No creo que se pueda tener una vida sexual muy rica, creativa, sin una base cultural que estimule mucho la fantasía erótica. El hombre, mientras más primtivo es, es más ignorante, menos sensible y también menos dotado para el placer, creo que el placer es un producto de la civilización, de los rituales, de un cultivo de la sensibilidad, de la imaginación.

He querido destacar mucho en la historia de Don Rigoberto esa contribución de la cultura, de las artes, sobre todo de la pintura, él es un gran aficionado a la pintura, también de la música y la literatura, a lo que es la imaginación erótica.

Erotismo y libertad

¿Esta novela es un canto al sexo total? Parece que todo es lícito en el ambito sexual.

Es un canto al amor y al enriquecimiento del amor físico a través de la fantasía y la cultura. Todo es lícito en el amor si es recíprocamente pactado, lo que no creo es que pueda utilizarse el amor para ejercer el dominio, por ejemplo, para hacer daño, para imponerse, para doblegar o humillar al otro. En el erotismo nadie debe intervenir, pertenece al dominio de lo privado, debe ser absolutamente respetado.

¿Cómo afecta al erotismo la libertad de las costumbres a nivel social?

Un mínimo de libertad es indispensable también para desarrollar la vida sexual de las personas. En una sociedad terriblemente reprimida, también el amor se ve profundamente damnificado. Creo que no hay que confundir la libertad con la permisibilidad extrema que muchas veces tiene también un efecto negativo sobre la vida amorosa. La vulgaridad, la degradación de los ritos amorosos, tiene un efecto destructor de lo que es la vida erótica, que es el amor físico enriquecido por la imaginación, por los rituales, por la cultura. Uno de los capítulos de Don Rigoberto es justamente una abominación de la pornografía.

¿Usted defiende una forma de erotismo, pero rechaza otra como la de Playboy o Penthouse?

Esas revistas creo que eliminan esa creación individual, en el amor somos todos profundamente personales y cada uno tiene sus propios fantasmas. Lo maravilloso de una pareja que goza es que consigue armonizar sus fantasmas y crear unas ceremonias donde los fantasmas de ambos contribuyen recíprocamente al placer de la pareja. Todo eso se destruye en un mundo de vulgaridad, en el que ya la creatividad no tiene lugar, porque todo viene como masticado a través de ciertas revistas, donde el erotismo está totalmente canalizado y vulgarizado.

Pero ése es el único erotismo que muchos conocen.

Desgraciadamente, en eso hay una cierta pérdida de la originalidad.

En definitiva, con esta novela nos ofrece una visión del mundo muy liberal, pero al mismo tiempo muy conservadora. ¿Hay una contradicción?

Conservadora de unas formas. ¿Libertad absoluta?, yo creo que todo debe estar permitido en ese campo mientras no destruya por supuesto la libertad ajena. Pero en ese campo del erotismo debe haber la más absoluta libertad. Lo que sí me parece importante es el cuidado de las formas, creo que el respeto de unas ciertas formas es indispensable, no tanto desde el punto de vista social, sino de la propia relación amorosa. Si no se guardan ciertas formas, lo maravilloso del amor se va como degradando, destruyendo. Esa es la filosofía de Don Rigoberto y Doña Lucrecia, que yo también comparto.

La transgresión que lleva a cabo Lucrecia, llevándose a la cama a Fonchito, es tremenda, se lleva a su hijastro.

Bueno, quién se lleva a la cama a quién, eso habría que discutirlo, yo no sé si Lucrecia se lleva a Fonchito o Fonchito a Lucrecia, creo que hay argumentos para decir quién corrompe o quién seduce a quién.

¿La transgresión forma parte de su vida, usted ha sido un transgresor?

Sí, creo que todos necesitamos de alguna manera, para probarnos, enfrentarnos a desafíos que nos miden, que nos revelan cuáles son nuestros topes y límites, pero también en el campo del amor.

El catolicismo, el tabú de la virginidad, por ejemplo, ¿afecta al erotismo?

Sí, por una parte lo amenazan y lo pueden destruir, pero por otra parte lo pueden enriquecer creando unos tabúes contra los cuales uno se rebela, los desafía, los vence. Es una tesis que no es mía, es de Giorgo Batai, que decía que el catolicismo, precisamente porque era tan represivo y tan poco permisivo, había creado como respuesta y contraste unas formas muy barrocas y subliminales, imaginativas en materia amorosa. La socidad permisiva es la que mata el erotismo. No hay erotismo en sociedades totalmente permisivas. Las sociedades donde hay prejuicios y prohibiciones son las que echan más combustible a la vida amorosa. Los países católicos son los que tienen la literatura erótica más rica (risas).

© Derechos Reservados, Comunicación e Información S.A. de C.V.

Date: Sun, 27 Apr 1997 23:24:52 -0700 (PDT) X-URL: http://proceso.web.com.mx/protexto/1068/1068n38.html